Iglesia Evangélica "Vida en Cristo"de Alcalá de Guadaíra
"Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios." (Colosenses 3: 2,3)
El Evangelio
A lo largo de nuestra vida nos van surgiendo muchísimos problemas. Habrá también momentos agradables y de felicidad, pero aun así, no podemos evitar el sufrimiento y las desgracias. Muchos de esos problemas son tan serios, que si no tenemos un objetivo claro en la vida, no los podemos superar. Y el peor de todos los problemas es que al final de la vida, a todos nos espera la muerte. Nunca sabremos lo que es la vida, si ni siquiera sabemos con seguridad qué hay después de la muerte.
Aquí tenemos algunas de las preguntas que todos los que vivimos nos debemos hacer, sin huir de ellas.
¿Por qué existimos?
¿Para qué tenemos que vivir?
¿Qué hay después de la muerte?
“Esas preguntas son tan absurdas que no tienen respuesta. No hay que perder el tiempo pensando en estas tonterías. Tenemos que disfrutar del día a día sin partirnos la cabeza. Está claro que después de la muerte no hay nada. No hay que complicarse tanto. ¡Disfrutemos de la vida!”
La mayoría de las personas piensan así. Pero, ¿cómo puedes vivir sin tomarte en serio tu propia vida? ¿Cómo vas a tener hijos y darles una educación, sin tener respuesta a estas preguntas? ¿Cómo vas a enfrentar la muerte?
Es cierto que estas preguntas son muy difíciles de contestar. Pero si lo pensamos detenidamente, siguiendo un orden, podemos encontrar las respuestas.
Lo primero que tenemos pensar es: ¿Existe Dios?
Para encontrar la respuesta a preguntas como: ¿Por qué existimos? ¿Hay algún motivo por el que tengamos que vivir? ¿Cuál es el objetivo de la vida?, tenemos que saber primero si Dios existe o no. Si uno se cierra en la idea de que Dios no existe, la única conclusión a la que puede llegar es que el hombre surgió como fruto de la casualidad. Si esto es así, nuestra existencia no tiene ningún sentido. Vivimos simplemente para sobrevivir. Para poder sobrevivir, hay que comer. Para poder comer, hay que trabajar y ganar dinero. Pero como es aburrido pasarse la vida trabajando, hay que intentar pasarlo mejor posible. Así que llegamos a la conclusión de que el ser humano no es más que un simple animal que solo vive para obedecer a lo que su cuerpo le demande.
Si esto es verdad, alguien que impide que los demás puedan satisfacer sus necesidades y no suponga ningún beneficio para la sociedad, resultaría ser un animal inútil, un estorbo que hay que eliminar. De hecho, en los países ateos comunistas los derechos humanos han sido completamente ignorados; la explotación y el asesinato se han practicado sin el menor escrúpulo.
¿Somos un simple producto de la casualidad, o hemos sido creados por Dios?
Pensemos en esta cuestión.
En este momento, tengo en mi muñeca un reloj. Es un reloj de gran precisión.
A nadie se le ocurriría decir que este reloj se haya hecho solo, por casualidad. Es evidente que ha sido fabricado por alguien con cierta inteligencia. Todos sabemos que es imposible que algo con un mecanismo tan complicado como un reloj pueda llegar a existir sin la inteligencia y la tecnología del hombre. Más aún si hablamos de coches, aviones u ordenadores.
Veamos ahora el cuerpo humano. Está hecho con una precisión increíble, y cuenta con unas funciones realmente sorprendentes. Además, tiene vida propia. Se puede decir lo mismo de las plantas y los animales. ¿Podría surgir todo esto solo, por casualidad? La respuesta es No.
La idea de que el hombre ha surgido como producto de la casualidad no tiene ningún fundamento. La teoría de la evolución no es más que una idea creada por personas que querían decir que el hombre es un simple animal, que no le debe nada a Dios.
Dios muestra su existencia a través de su creación, que es la naturaleza. Si observamos la naturaleza que nos rodea sin prejuicios, podremos notar claramente en ella la existencia de Dios, Creador de todo el universo.
Entonces, ¿para qué ha creado Dios al hombre?
Entendiendo la Biblia en su conjunto, ésta señala que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, para mostrar Su grandeza y compartir con él Su amor. Por eso, el objetivo de nuestra vida es reflejar la grandeza de Dios, recibir y disfrutar de su amor y amarle nosotros también a Él. Este es el más grande y absoluto objetivo de nuestras vidas.
Sin embargo, vemos que el mundo está lleno de crímenes y depravación. Corrupción en la política, injusticias en la sociedad, engaños, violencia… ¿Por qué?
Todo el mal procede del hombre. El mal existe en el interior de cada uno de nosotros, y ese mal nos aleja del Dios verdadero, hace que nos rebelemos contra Él, y nos arrastra al pecado y a la corrupción.
¿Y por qué existe esa maldad en nosotros?
La Biblia lo explica de la siguiente manera:
Cuando Dios creó en el principio a Adán y Eva, ellos no tenían pecado. Él los puso en un hermoso jardín, en el huerto de Edén, que Él mismo les preparó. Ellos podían comer de los frutos que quisieran de cualquiera de los árboles que allí había. Pero Dios, con el fin de enseñarles las terribles consecuencias que trae el rebelarse contra Él, puso un árbol en el centro del jardín, y les dijo: “No comáis de este árbol, o moriréis.” Entonces vino Satanás, y persuadió a Eva diciendo: “No vais a morir aunque comáis de ese fruto. Es más, Dios os lo prohibió porque sabe que si lo hacéis, seréis tan sabios como Él. (Satanás fue al principio el más grande de todos los ángeles, pero se rebeló y se hizo enemigo de Dios pretendiendo ser como Él. Satanás será castigado al final, y será arrojado al lago de fuego que es el infierno.) Eva comió de aquel fruto, y se lo ofreció también a Adán. De esta manera, el hombre cometió el primer pecado contra Dios. Como consecuencia, el pecado entró en el corazón del hombre, convirtiéndolo en pecador. Así, el hombre cayó bajo el dominio del pecado y de la muerte. Todos los hombres han nacido de Adán y Eva. Por eso, todos nosotros tenemos pecado en nuestro corazón, y por lo tanto somos pecadores. Desde que nacemos, nuestro destino es la muerte.
Tú tienes que afrontar la realidad de que al final de tu vida te espera la muerte. Nadie puede escapar de ella. Y por ello, no debes evitar pensar en tu propia muerte.
Entonces, ¿qué pasa cuando muere una persona que ha vivido siendo rebelde, ignorando a Dios?
Este es el mayor problema del hombre. Dios, que es Santo, necesariamente castigará el pecado. Es imposible que Dios pase la mano con alguien que se ha rebelado contra Él, porque si lo hiciera, estaría negando su propia justicia. Dios castigará, sin excepción, a cada una de las personas que hayan cometido pecado. Existe un lugar de terrible y eterno sufrimiento en el que los pecadores reciben el castigo de sus pecados después de la muerte. Ese lugar es el infierno.
Pero, ¿habrá alguien que pueda escapar de la muerte y del infierno?
No, nadie puede hacerlo. Todas las personas son culpables delante de Dios. Muchos intentan negar la existencia de un Dios que odia y castiga el pecado, para no tener que aceptar que después de la muerte tienen que ir al infierno. Pero eso no hace que el infierno deje de existir.
Dios creó al hombre por amor. Y aunque el hombre se rebele pecando contra Él, Dios sigue amándole. Sin embargo, a la vez que es un Dios de amor, Él es Santo y Justo. Él no tiene más remedio que castigar a los pecadores, debido a su justicia. Pero por amor a todos nosotros, abrió un camino para poder perdonarnos y salvarnos. La frase más famosa de la Biblia dice así:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Hace aproximadamente 2000 años, Dios envió a su único Hijo a este mundo. Dios Hijo se hizo hombre a través de la virgen María. Este es Jesucristo. Él vino a este mundo para morir clavado en la cruz. Jesucristo cargó con toda nuestra culpa en la cruz, y recibió el castigo de Dios en nuestro lugar. Dios, que tiene que juzgar a los pecadores, castigó a su amado Hijo sobre la cruz en lugar de castigarnos a nosotros, que somos los culpables. Realmente, la razón por la que Jesucristo, el Hijo de Dios, sufrió en la cruz, fue para perdonar tus pecados y salvarte del infierno.
Dios resucitó a su Hijo al tercer día, demostrando que realmente Él es el único y verdadero Salvador para toda la humanidad, y que todos los que crean en Él, pueden recibir la vida eterna como regalo de Dios.
De esta manera, por su asombroso amor y misericordia, Dios preparó un camino para que tú puedas librarte del castigo en el infierno, seas su hijo y puedas vivir para siempre con Él en el Cielo. Él promete que todo el que crea en el Hijo, que reconozca y acepte a Jesucristo como su Salvador, será salvo gratuitamente y por gracia:
"La paga del pecado es muerte; mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús señor nuestro.”
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”
Puede que estés diciendo. “es imposible que uno pueda ser salvo solamente por creer. Para ser salvo hacen falta las buenas obras. No puede ser verdad que alguien que no haya hecho nada bueno en su vida, llegue a ser salvo por gracia, solamente por creer.”
Sin embargo, esta es la verdad. Dios es el que lo promete así en la Biblia.
¿Y cómo es que podemos ser salvos sólo por creer?
Para ello hay varias razones: En primer lugar, Dios quiso salvar al hombre por amor, y es algo que depende exclusivamente de Él.
¿Qué harías si ves que tu hijo se está ahogando en un estanque? “Fulanito, ¿serás bueno a partir de ahora? Te ayudaré sólo si vas a ser bueno y obediente. ¡Promételo!” ¿Es esto lo que dirías? Seguro que te tirarías corriendo al agua para rescatarle. Si aun lo humanos ayudan a sus hijos incondicionalmente, ¿qué hay de extraño en que Dios salve a los que ama, solamente por la fe?
En segundo lugar, al ser Dios Santísimo, no puede perdonar nuestros pecados por ninguna otra cosa que no se la preciosa sangre de Su Hijo. Por más lágrimas que derramemos arrepentidos, por más penitencias que hagamos, Dios no puede perdonar el pecado a través de ello. Lo único que Dios puede aceptar como precio válido para el perdón de nuestros pecados es la sangre de Jesús. Él solamente puede salvarnos por la sangre del Hijo, y nosotros solamente podemos ser salvos gracias a la sangre del Hijo, como un regalo suyo. Por esta razón, lo único que Dios te pide es la fe para creer que Jesucristo es tu Salvador.
En tercer lugar, no existe ni una persona que tenga el derecho a ser salva. Nosotros somos unos pecadores que no merecemos ni ser amados ni mucho menos ser salvos. Nadie, por más que se esfuerce, puede llegar a ser una persona a la que Dios considere justa. Tú no puedes comprar tu salvación por medio del esfuerzo. Solamente puedes recibir la vida eterna como un regalo que no mereces, por la gracia de Dios.
Pero, ¿cómo podemos estar seguros de que Jesucristo es el único y verdadero Salvador?
La respuesta está en la Biblia.
Lo primero que tenemos que saber es lo siguiente: Dios tenía planeado, desde antes de la Creación, enviar a su Hijo al mundo para toda la humanidad. Este plan le fue revelado primero a Adán, y más tarde a sus descendientes, sobre todo a Abraham, que vivió hace 4000 años, y al pueblo israelita. Por eso, en el Antiguo Testamento, que fue escrito hace 3500 años, se incluyen más de 300 profecías sobre Cristo: dónde y de qué familia nacería, qué viva llevaría, e incluso cómo moriría en la cruz para salvar a los que creyeran en Él y que resucitaría al tercer día. Todas estas profecías se cumplieron literalmente.
Otra cosa importante es que cuatro discípulos de Jesús, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, dejaron escrito detalladamente cómo era Jesús y qué cosas dijo. Estos escritos son los evangelios de Nuevo Testamento. Hay que tener en cuenta, sobre todo, que estos cuatro discípulos escribieron los evangelios justo después de la muerte de Jesucristo en la cruz, cuando la gente aún le recordaba con claridad. Esto significa que los evangelios no son novelas, imaginaciones ni cuentos, sino escritos que narran hechos verídicos. Las personas de aquella época los reconocían como una auténtica biografía de Jesús. Lo que nosotros tenemos hoy en día, como Biblia, son documentos históricos exactos sobre Jesucristo.
Jesucristo es, tal como está escrito en la Biblia, el Hijo de Dios que vino del cielo para salvarnos, que murió por nuestros pecados y que resucitó al tercer día, venciendo al poder de la muerte. A través de los evangelios, podemos llegar a conocer a Jesús y creer en Él. La resurrección de Jesucristo no sólo la testifica la Biblia, sino también la Historia. No cabe ninguna duda de que la muerte de Jesucristo en la cruz fue un hecho histórico, pero además existe otro hecho muy significativo: justo después de la muerte de Jesús, cientos de discípulos suyos empezaron a declarar que habían visto a Jesús resucitado, y surgió en Jerusalén una iglesia donde se reunían miles de personas que creyeron en Jesús como Dios y Salvador.
Y más importante aún, los que no creyeron en la resurrección de Jesús dijeron que los discípulos debieron haber robado el cadáver de Jesús. Es decir, hasta ellos afirmaron que la tumba había quedado vacía. ¿Cómo pudo quedar vacía la tumba? Una de dos: o Jesús resució de verdad, o los discípulos robaron su cuerpo. Pero, ¿Puede haber alguien capaz de poner su vida en peligro para comunicar al mundo algo que sabe que es mentira, y morir? La respuesta es no. La Historia da fe de que los discípulos de Jesús le amaban y creían en Él sinceramente. Cristo resucitó de verdad.
Ahora citamos las palabras del apóstol Pablo:
“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en le cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas (Pedro), y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.”
Sin duda, Jesucristo es el verdadero Salvador. Él es tu Salvador. Deseamos de todo corazón que le aceptes y creas en Él, y que seas salvo por medio de Él.
“El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”
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ESTUDIO 3
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ESTUDIO 6
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